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El placer de hacer el bien
   01/Dec/2022 00:00:00    0 Comments
El placer de hacer el bien

En una ocasión, la beata Concepción Cabrera escucha que Jesucristo le habla «del santo (1) placer de hacer el bien»(2). Quienes tienen un corazón duro se privan de este placer. «Evita el mal y haz el bien» es una máxima moral inscrita en la naturaleza humana(3). Quien la sigue es feliz; quien no la sigue se destruye a sí mismo, destruye a los demás y entristece el corazón de Dios. Este «hacer el bien» lleva implícito un complemento: «a los demás». No sólo es hacer lo bueno, lo correcto, lo que me hace crecer como persona, como cristiano, como ciudadano, como médico… sino hacer algo que haga bien a los demás. ¿Algo? Sí. ¿Qué? Lo que sea. Y, si es posible, hacer el bien que los demás estén necesitando en ese momento. El placer de hacer el bien no está en el reconocimiento o la gratitud de los demás, o en el beneficio que pudiera traernos. Tampoco está en la alegría de ver una obra realizada (como la pintora, la cocinera, el músico… experimentan placer por su creación) o en nuestra orgullosa satisfacción por nuestra generosidad. Y ni siquiera está en que Dios, «que ve en lo secreto» (Mt 6,4), me lo recompensará(4). El placer se halla en el hecho mismo de hacer el bien. San Pedro dice que Jesús de Nazaret «pasó haciendo el bien» (Hch 10,38). En los evangelios encontramos múltiples acciones que Jesús realizó en favor de los demás; desde acciones sencillas, como mirar con amor a alguien o escucharlo con atención (Mc 10,21; 10,49), hasta acciones grandiosas, como curar a un enfermo o resucitar un muerto (Mc 2,11; 5,41). Si Jesús «pasó haciendo el bien», entonces vivió entre nosotros experimentando el placer de hacer el bien a los demás. Hagamos el bien, hagamos todo el bien que esté a nuestro alcance, hagamos el bien que los demás necesitan, y disfrutemos el placer de hacer el bien.

[1] No me gusta el adjetivo “santo” para calificar el placer (con el perdón de Jesucristo y de Concepción Cabrera); como si el placer fuera algo que necesitara de un correctivo para hacerlo cristianamente digerible. Me quedo, pues, con «el placer de hacer el bien»; tal como titulé este artículo.

[2] CC 15,288-289: 22 agosto 1900.

[3] En repetidas ocasiones encontramos este mandato en la Sagrada Escritura (Sal 37,27; Is 1,16-17; Lc 6,35; Rm 12,9; 1Ts 5,15; 1P 3,11).

[4] No es que yo desprecie esa recompensa (ni tonto que fuera), pero será algo futuro, mientras que el placer de hacer el bien es presente.

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