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   Hay un solo Dios, y este único Dios es Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

    La espiritualidad hoy no puede contentarse con una concepción global de Dios, o con una vaga idea del ser supremo; ha de entrar en el misterio de Dios, revelado por Jesucristo, y vivir una relación distinta con el Creador, el Salvador y el Santificador, pues son personas distintas.

   «Para mí, la vida es Cristo», dijo San Pablo (Flp 1,21).  En esto consiste la espiritualidad cristiana: en seguir a Jesús, imitarlo, vivir como él vivió, transformarnos en él, y todo esto al impulso del Espíritu Santo. La espiritualidad hoy ha de tener una clara referencia a Jesucristo: pues seguir a Jesucristo no es un adorno de nuestra identidad, sino su esencia: soy cristiana/o.

   La espiritualidad es «la vida toda guiada por el Espíritu Santo». En diversas épocas el énfasis se ha puesto en leyes, ritos, doctrina, disciplina, organización… echando al olvido la vida, el amor, la alegría, la pasión, la entrega... 

   La vida en el Espíritu ha de suscitar en el corazón humano el deseo de vivirla;  no por propaganda de ella, sino por el testimonio de amor, servicio y perdón de quienes la viven.

   El Concilio Vaticano II abordó el tema de la relación de la Iglesia católica con las otras comunidades cristianas y no cristianas. Una auténtica espiritualidad cristiana debe tener una dimensión ecuménica, pues todo seguidor de Jesucristo está en relación con otros buscadores de Dios.

      El ser humano ha sido creado por Dios y tiende hacia Dios. Busca el sentido de la vida y la felicidad; busca la verdad, la belleza y el bien; busca a Dios, aunque no sea consciente de buscarlo. Esta búsqueda es su espiritualidad.

   Una persona que lucha por la justicia y la paz, que promueve la ecología y la cultura, que trabaja por el bien común y la solidaridad, que es dueña de sus decisiones y responsable de sus acciones, vive una espiritualidad, aunque no crea en Dios ni en la vida eterna, aunque no participe en celebraciones o ritos religiosos. Vive una espiritualidad secular.

   Una auténtica espiritualidad cristiana debe tener una dimensión secular, pues todo cristiano es ciudadano del mundo –sin ser del mundo (cf. Jn 17,16)– y vive en una sociedad concreta. F

   El bautizado es, ante todo, un testigo de Dios. Pero el único Dios que existe es tres personas distintas. Por lo mismo, hemos de dar testimonio diferenciado de Dios Padre, de Jesucristo y del Espíritu Santo.   Sólo la experiencia de Dios Trinidad –comunidad de vida y amor– fundamenta una religión basada en el amor, una Iglesia que es familia, una espiritualidad salvífica y una vida al servicio de los demás.

  

   Ser testigos de Dios-Trinidad suele reflejarse en una manera de ser y actuar que pone de manifiesto que Dios es nuestro Padre (filiación), que todo ser humano es nuestro hermano (fraternidad), y que somos compasivos con quienes sufren y hacemos algo para ayudarlos (solidaridad). El seguimiento de Jesucristo se irradia hacia el exterior y esta irradiación es el testimonio que el Espíritu Santo hace llegar a los demás por medio de nosotros.

Como cristianos, hemos de dar testimonio de esperanza, misericordia y alegría. No es que tengamos que hacer algo extra, ni tengamos que  fingir; el testimonio es una irradiación natural del interior: «de la abundancia del corazón, habla la boca», dijo Jesús (Lc 6,45). Y también “hablan” nuestras actitudes, obras y acciones, todo nuestro cuerpo, en especial el rostro y la mirada.

   El cristiano es seguidor y testigo de Jesucristo. Es testigo las veinticuatro horas del día. Lo es por medio de todo lo que hace o dice, y por las obras que realiza en favor de los demás. Es testigo de Jesucristo por su misma vida, que es Evangelio en acto. Lo es por su voluntad para asumir los sufrimientos, la persecución y el martirio. El testimonio del bautizado es fruto del Espíritu Santo pues, dijo Jesús: «El Espíritu de la verdad, que procede del Padre, dará testimonio de mí. Y también ustedes darán testimonio» (Jn 15,26-27).

   

   Cuando Jesús nos envía a ser sus testigos implica ir a contracorriente, pues la mayoría va en contra del proyecto del Reino y los valores cristianos. El anuncio del Evangelio nunca ha sido tarea fácil ni lo será, pues se enfrenta contra los apáticos, los que viven en la mentira y el egoísmo, la corrupción y la violencia.

  

El papa Francisco nos recomienda que "cada día tomemos un pequeño pasaje del Evangelio para leer y releer (...) nos traerá la novedad y la alegría de Dios" (Angelus, 23 de enero 2022). La finalidad de este cuaderno de trabajo es ayudarte a tener contacto con el Evangelio y conocerlo más a fondo para que te encuentres con Jesucristo, acojas su salvación y su amor, y lo sigas.

Vivir dentro del Corazón de Jesús no es una simple figura con tintes exagerados. En este libro Mons. Luis María Martínez nos aclara que, por el contrario, hablando de la unión con Dios, las palabras siempre se quedan cortas por muy audaces que parezcan; y que es posible, si verdaderamente lo buscamos, conseguir una unión tan íntima con Jesús como vivir dentro de su corazón.   

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